La pandemia del Coronavirus 19 ha desatado la histeria de la población mundial mediante una política comunicacional controlada por la poderosa Coalición para las Innovaciones en la Preparación para las Pandemias (CEPI). El miedo a perder a vida ante un enemigo invisible opera como un condicionamiento psicológico que hace a las personas adorar su esclavitud y producir la dictadura sin lágrimas que el visionario Aldous Huxley predijo en su libro Un Mundo Feliz, publicado en 1932.
El plan es el control de las personas, casi sin violencia, gracias a las plataformas digitales y tecnológicas, que si bien se usan sin coerción, en realidad, están determinadas por los servicios de inteligencia del llamado Estado profundo. Por su parte, las autoridades visibles propagan el mensaje de que ningún ciudadano es inmune al virus asesino y, con el supuesto fin de garantizar la felicidad y la seguridad de todos, actúan bajo la presunción de desconfianza y justifican el aislacionismo social. Por obra y gracia del Coronavirus 19 estamos en un estado policial de facto en donde el soberano tiene restringidas sus libertades y derechos.
“Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre”.
Un Mundo Feliz, Aldous Huxley (1894-1963).
El efecto del miedo en las multitudes a nivel subconsciente es escalofriante. La mayoría, al unísono, ha pedido a gritos el confinamiento voluntario, el encierro internacional, adora la cuarentena forzada, justifica las restricciones como el toque de queda y parece vivir cómoda como un esclavo en su celda sin rejas. Aquellos que no quieren vivir bajo la ley marcial del Estado, se les aplica millonarias multas y la prisión es su destino. Lo profético de todo este escenario es que las víctimas están condenadas a “amar sus cadenas”.
La situación ha servido para neutralizar la rebelión social, no sólo con propaganda, entretenimiento, lavado de cerebro y trivialidades, sino también con una avalancha de desinformación propia de una dictadura científica. Por ejemplo: no se informa de las enfermedades preexistentes de los fallecidos que presentaron la presencia del Coronavirus 19, menos de los tratamientos que están dando un buen resultado. El único interés es mantener la comodidad de la celda y autoengañarse creyendo que todo va a salir bien.
Extracto de la entrevista que el periodista Mike Wallace le realizó a Aldous Huxley en los Estados Unidos el 18 de mayo de 1958.
EL PELIGRO DE AMAR LA ESCLAVITUD
El confinamiento voluntario está diseñado como el paso previo para la unificación global y la inminente instauración de un gobierno mundial que busca controlar a la población. Después del Coronavirus 19 vendrá la vacunación global, los análisis de las pruebas periódicas obligatorias, la consolidación de toda la información médica en una base de datos centralizada y, sobre la base de este registro, cada individuo será clasificado dentro de un tipo de colectivo que funcionará como un sistema de calificaciones o casta sociales.
La esclavitud se irá consolidando con el control férreo del movimiento de las personas. Los gobiernos del Nuevo Orden Mundial introducirán paulatinamente restricciones y prohibiciones para la circulación dentro y fuera de un país. Se controlarán los contactos personales, el comportamiento en el trabajo, el tiempo libre, la información sobre lo que come, los gustos y los objetos que se compran. Se pondrán en funcionamiento más cámaras y drones de vigilancia, micrófonos y satélites. Se implantarán microchips inteligentes en automóviles, electrodomésticos, incluso, en el cuerpo humano, donde actuará como medio de alerta temprana de enfermedades. Las vacunas se convertirán en el nuevo pasaporte para poder viajar, comprar comida, casarse o morir en paz.
Tomando la bandera del bien común o interés general, la población está amando su propio control total y con el argumento de la pandemia del Coronavirus 19, la dictadura sin lágrimas se hace realidad.