El hecho de que humoristas con talento no puedan reírse de nada es una evidencia de que algo va mal en Chile, muy mal. La represión del humor es uno de los gestos de manual de todos los regímenes autoritarios, pero en estas últimas ocasiones viene de la mano de una versión hipersensible de una izquierda que obliga a todo el público a someterse a sus caprichos narcisistas, bajo el lema: “¡Prohibido reír!”.

El resentimiento creciente contra los humoristas y el espectáculo en general, es el resultado de la grave crisis de legitimidad que empezó a impregnar al país mucho antes del estallido social y que se puede explicar por, al menos, dos importantes motivos.

El primero tiene relación con una política comunicacional controlada, mayoritariamente, por sectores de derecha durante las últimas cinco décadas, que ha llenado a los medios del país de entretención, risas y superficialidad. Como ejemplo, el 95 % de los programas de televisión son de entretención, un 4 % de información y sólo un 1% de cultura. Así se ha promovido el ideal de “hombre light” dedicado al consumo, conformista, políticamente dormido e imposibilitado de iniciar cualquier cambio o muestra de corrección a la estructura del modelo capitalista. El corolario es sencillo: “La risa abunda en la boca de los tontos”.

El segundo motivo dice relación con una actitud desagradable que suele acompañar a las fracasadas ideologías igualitarias de izquierda, porque no todo es ni puede ser igual. Estos creen merecer el empoderamiento total y la justicia inmediata, pero lo cierto es que se les niegan los medios para alcanzarlos, con lo cual, no es de extrañar que se sientan oprimidos y enfurecidos. De este modo, ante el predominio del humor por sobre lo serio de los problemas sociales, ven a los humoristas como agentes de sus victimarios o marionetas del poder. Así justificados se dedican a desarticular o funar cualquier atisbo de opresión de cualquier minoría poderosa dondequiera que se manifieste, aunque sea disfrazada de un inofensivo payaso.

Las últimas funas reflejan una sensibilidad enfermiza. Ahora es casi imposible burlarse de algo. No hay que olvidar que talentosos humoristas chilenos han sido voces elocuentes de críticas a un sistema que, cada día que pasa, hace llorar en vez de reír.

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