Chile está viviendo una regresión histórica sin precedentes que podría agravarse a partir de marzo. Lo peor de todo es que la mitad del país odia a la otra mitad y la mayoría odia a sus líderes políticos, empresariales y religiosos. La degeneración cívica crece porque los mejores de la derecha y de la izquierda ya no tienen las herramientas para sacar a Chile de la crisis. Ambos lados tuvieron el poder de transformar al país en un ejemplo para el mundo y, en cambio, terminaron desangrándolo, trabajando sólo para las elites y olvidando el desarrollo de todos.
En un decidido movimiento de autocorrección, la política se ha estancado y dado varios pasos atrás. Unos y otros perdieron la brújula. Por ello, el gobierno debiera tomar dos acciones. La primera es renunciar a su hostilidad reactiva hacia el lumpen, los “patipelaos” y los más pobres que están en lucha en la Primera Línea. La segunda es comenzar a combatir las jerarquías de dominio que han hecho de Chile uno de los países más abusivos, desiguales y materialistas del mundo. Desde mi perspectiva, ambos pasos son absolutamente necesarios. El primero es el más sencillo y, en muchos casos, ya ha comenzado. El segundo es bastante más difícil, pero en el caso que se lleve a cabo supondrá un extraordinario avance no sólo para Chile sino para toda América del Sur. El paradigma del conflicto requiere subir de nivel hacia las nuevas visiones integrales.
El problema de Chile es de carácter estructural. Por lo tanto, se requiere una solución estructural. La Metateoría Integral que represento es más eficaz, hasta el punto de interpretar desde una perspectiva integral 32 disciplinas humanas y dar una solución estructural a la crisis social mediante 8 grandes reformulaciones del Estado. Nuestra mayor debilidad radica en no tener el apoyo económico para lograr una estructura orgánica. Pero cuando lleguemos al 10% de apoyo ciudadano se alcanzará el punto de inflexión y nuestras cualidades de integración de todos los niveles sociales, equilibrio entre el ser y el tener, y visión interdependiente, impregnarán a toda la cultura y todos gozarán de paz, justicia y orden.