La derecha chilena está atrapada en una actitud egocéntrica de “nosotros contra ellos” con su patriarcal tendencia al clasismo, racismo, sexismo, misoginia, la sumisión a las grandes empresas transnacionales o nuevas tribus globales, la religión fundamentalista, la explotación de la Naturaleza y la opresión. Así controlan la narrativa de la crisis, culpando al lumpen de la regresión social, hasta el punto que lo que yo quiero que sea verdad acaba convirtiéndose en verdad. Algo que el gobierno ni siquiera se preocupa de ocultar porque miente con el mayor de los descaros.

Ningún gobierno elegido democráticamente ha ignorado y despreciado tanto los hechos como lo hace el actual. Nunca se ha mentido de un modo tan explícito y con tanta desfachatez y frecuencia. La clave reside en el narcisismo más apasionado que afirma: “lo que yo digo es la verdad”. Una postura sesgada que sepulta toda verdad que potencialmente nos pueda cohesionar como país. Su 5 % de apoyo real lo dice casi todo.

La derecha no deja de vomitar insultos cargados de odio y rabia contra cualquier minoría o punto de vista minoritario, en especial, cuando se critica el modelo capitalista chileno. Este problema desemboca en una crisis de legitimidad ya que la realidad muestra una abrumadora desigualdad, que es cada vez mayor en término de los ingresos, oportunidades de empleo, cuestiones ligadas a la satisfacción de la vida, acceso a los servicios de salud y a una educación de calidad. El problema es mayor porque cuando una cultura miente a sus miembros no puede sobrevivir.

Los avances tecnológicos o Cuarta Revolución Industrial promovida por las empresas tampoco parecen servir para solucionar los problemas del desempleo y la desigual distribución de la riqueza. Por el contrario, la tendencia inherente al capital es de favorecer a los ricos y perjudicar a los pobres. Un dogma posmoderno que afirma que la humanidad siempre ha estado sometida a la opresión y falta de libertad. En consecuencia, la ideología de derecha es incapaz de acabar con la discriminación, marginación, homofobia y las múltiples versiones de la esclavitud actual.

La agenda del gobierno no aspira tanto a distribuir la riqueza como sí la pobreza. Para ello toma a los medios de comunicación y le concede a todo el mundo el mismo tiempo sin importar lo interesante o estúpido que sea el punto de vista. La resonancia reproduce por doquier mentiras complacientes y falsedades reconfortantes, educando así a los niños en el arte de mentir y ocultar socialmente la verdad.

La regresión actual de Chile nos lleva al desastre y crece, sobre todo, por la actitud asumida por la mayoría política de “nosotros contra ellos”, sumado a la existencia de liderazgo egocéntricos, narcisistas y nihilistas. No podremos corregir nuestro rumbo sin la brújula de la verdad y el ideal del equilibrio que nos indique a dónde ir.

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